PEREZ GALDOS Y LA JUSTICIA



"         XIV



En la planta baja del edificio que se llamo primero Carcel de Corte,despues Sala de Alcaldes,mas tarde Audiencia,y que ahora va en camino de llamarse,segun parece,Ministerio de Ultramar,estaba situada la
Superintendecia de Policia.La cárcel ocupaba el inmundo edificio que ya no existe,en la manzana inmediata,hacia la Concepcion Jeronima,y que fue casa y hospedería de los Padres del Salvador.
Desde uno a otro caseron la distancia era insignificante,como la que existe entre la agonía y la muerte,y a falta de un puente de los Suspiros,existia el Callejon del Verdugo,de fácil transito para los que del Tribunal pasaban a los calabozos o de los calabozos a la horca.
Las respetables oficinas de aquella institución(firme columna del orden político dominante entonces)tenían alojamiento tan digno de los jueces como de las leyes en las indecorosas crujias que ha visto no hace mucho todo el que tuvo la desgracia de frecuentar los juzgados de primera instancia.
La Comisión Militar,que era la que juzgaba a toda clase de delincuentes,tenia su albergue en un antiguo edificio de la plazuela de San Nicolas;pero el presidente de ella frecuentaba tanto la Superintendencia,
que se había mandado arreglar un despacho en el angulo que da al callejón del Verdugo.
El superintendente recibia en la sala contigua a la callejuela del Salvador.El contraste,horriblemente burlesco,entre los nombres de las fétidas callejuelas por donde respiraban los dos instrumentos mas activos del Poder Judicial y Politico,no establecia diferencia esencial entre ellos,porque ambos eran igualmente patibularios.Las odiosas antesalas de la horca eran negras,tristes,frias,con repulsivo aspecto de vejez y humedad,repugnante olor a polilla,tabaco,suciedad,y una atmosfera que parecía formada de lagrimas y suspiros.
En todas las grandes poblaciones y en todas las épocas ha existido siempre un infierno de papel sellado,
compuesto de legajos en vez de llamas,y de oficinas en vez de cavernas,donde tienen su residencia una falange no pequeña de demonios bajo la forma de alguaciles,escribanos,procuradores,abogados,los cuales usan plumas por tizones,y cuyo oficio es freir a la Humanidad en grandes calderas de hirviente palabrería,que llaman autos.
El infierno de aquella época era el mas infernal que puede imaginar la humana fantasia espoleada por el terror.
En una serie de habitaciones sucias y tenebrosas tenían sus mesas los demonios inferiores,muy semejantes a hombres a causa de su hambrienta fisonomía y de su amarillo color,resultado al parecer,
de una inyección de esencia de pleito,que se forma de la bilis,la sangre y las lagrimas del genero humano.Con los brazos enfundados en el manguito negro,desempeñaban entre desperezos,cuchicheos y bocanadas de tabaco sus nefandas funciones que consistían en escribir mil cosas ineptas.
Con su pluma,estos diablillos pinchaban,martirizando lentamente;pero mas alla,en otras salas mas negras,mas indecorosas y mas ahumadas con el halito brumoso de la curia,los demonios mayores descuartizaban como carniceros.Sus nefandas rubricas,compuestas de trozos nigrománticos,abrian en canal a las pobres victimas,y cada vez que llenaban un pliego de aquella simpática letra cuadrada y angulosa que ha sido el orgullo de nuestros calígrafos,daban un resoplido de satisfacción,señal de que el
precito estaba bien cocho por un lado y era preciso ponerlo a cocer por el otro.
Las mesas negras,desvencijadas,cubiertas de hule roto,por donde corria libremente la arenilla secante esperando a que se acercara una mano sudorosa para pegarse a ella,sostenian los haces de llamaradas,los paquetes de ascuas en forma de barbudos legajos amarillos,todos garabateados con la pez hirviente de los tinteros de plomo o de cuerno,en cuyo horrendo abismo se cebaban las ávidas plumas.
Mientras algunos de estos demonios escribían,otros no se daban reposo,entrando y saliendo de caverna en caverna y llevando recados a la Superintendencia y a la cárcel.
Los alguaciles y ordenanzas,que eran unos pajecillos infernales muy saltones,transportaban grandes cargamentos de materia ignea de un rincón a otro;sonaban las campanillas,como una señal demoniaca para activar los tizonazos y la quemazón;se oian llamamientos,peticiones,apuradas preguntas,buscabase entre mil legajos el legajo A o B;se recriminaban unos a otros los del manguito en brazo y pluma en oreja;arrojaban fétidas colillas;volaba el papel con el pesado aire que entraba al abrir y cerrar las puertas;oianse chirrido de plumas trazando homicidas rubricas,y movianse,gimiendo sobre sus goznes mohosos,las mamparas en cuyo lienzo roto se leia:"Departamento de purificaciones","Padron general"
"Sentencias","Pruebas","Negociado de sospechosos".
La Superintendencia de Policia y la Comisaria militar se diferenciaban poco en el fondo y en la forma,y no se juzgue a la segunda por su calificativo,creyendo que imperaba en ella el criterio comúnmente pundonoroso y honrado de nuestro ejercito.
La presidia un terrible individuo que vestia de brigadier,para baldon del uniforme español;militares eran tambien sus vocales y el fiscal;pero todo su mecanismo interno,su personal secundario,asi como sus procedimientos,habian sido tomados de la curia mas abyecta.
Entonces no habia propiamente ejercito,porque casi todo el estaba sujeto al juicio de purificacion.
Los voluntarios realistas,cuyo jefe era el ministro de la Guerra,sostenian el orden social,auxiliando a los sanguinarios tribunales y tambien imponiéndose  ellos.
La Comision militar,que contaba en el numero de sus diversas misiones la de purificar a aquel nefando ejercito casi totalmente afecto a la Constitución,estaba en absoluto sometida a la voluntad de aquella odiosa palanca del Gobierno llamada don Francisco Chaperon.
Los demás altos individuos del aborrecido Tribunal eran figuras decorativas que solo servían para hacer resaltar con su penumbra la roja aureola infernal del presidente.
Aguardaba el publico en la porteria de la Comision (plazuela de San Nicolas),impaciente,mugidor,
grosero,blasfemante.
Componiase en gran parte de los oscuros ministros de la delacion y de los testigos de cargo,porque los de descargo no eran en ningun caso admitidos.
Habia personas de todas clases,abundando las de la clase popular.De la clase media eran pocas;de la mas elevada , poquísimas.
Reuniendolo todo,lo de dentro y lo de fuera,el gentio que escribia y el que esperaba,los diablos grandes y pequeños y sus complices delatores,podria haberse formado un magnifico presidio.
La inocencia no habria reclamado para si sino a poquisimas personas."


EPISODIOS NACIONALES
EL TERROR DE 1824
Benito Perez Galdos








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