RETRATO DE DELHY




Lo que quiero muchísimo en el mundo son mis cuadernines, me dolería perder una sola de sus hojitas, más que cuanto poseo en este mundo, no podría explicar a nadie por qué, pues aunque todo son tonterías, hay para mí una cosa de compañía, de acercamiento que es lo único verdaderamente cerca de mí; aunque todo el mundo desapareciera, si yo tenía mis cuadernos no estaría sola.
Todavía tengo aquí los pies pero mi otra yo ya está en el aire. Ya empiezo a pensar en marcharme, y así será aunque tarde un mes. ¿Será posible que así llegue para mí la vejez […]? Quién va a comprender mi dolor. Si da vergüenza decirlo. A quién se le puede explicar que entre las infinitas causas pequeñinas que forman la masa grande una de las más importantes es la vejez. Pero cómo se puede gozar ni ser feliz en el mundo sabiendo primero que hay que morir y sobre todo que hay que envejecer, hay que ser vieja y repugnante y fea, fea, horrible. No se podrá resistir. Y así sufro enormemente desde que tenía ocho años, mirando a los viejos y pensando: «Yo seré también así»
Cuando me sobre verdaderamente todo, cuando pueda materializar esto que en mí ha existido siempre. Cuando no quiera tener ni mis cuadernines… hasta eso también. No quisiera más que la selección, que mi maleta sea siempre lo que pueda llevar en mi cuerpo y nada más. Que lo material no ocupe puesto en mi cabeza, que me sienta yo limpia y vacía. Siempre ligera para partir o para estar, no importa, pero sin nada.
Hay una Delhy repugnante y mísera, resignada y odiosa que con su paciencia todo lo alcanza, y despacito y con bondad todo lo puede. Esta Delhy hecha así por la lucha desde pequeña, la que espera por este medio conseguir las cosas, la que reconoce que todo lo demás es locura, que no hay otro yo, que es necesario sufrir en el mundo para conseguir y espera, sobre todo espera… En las salas de espera de los periódicos, de los ministerios, de las academias, esa Adela repugnante y sensata con su visión clara y ñoña, a esa la odiamos mi Delhy Tejero artista y yo.
Estoy aquí sentada en esta nube, viendo el mundo cómo va y viene, estas gentes pasean tranquilas en este parque pero mi cabeza está llena de ovillos. Siento desde aquí todas estas cosas que hay puestas en el mundo (coches, trenes), siento ladrar los perros, veo las flores y los pájaros, todo. Y yo estoy completamente sola. Soy mi maestra, mi jefe, puedo hacer de mí y de mi vida lo que quiera. Delhy, esto es toda mi felicidad. Pero ¿qué es lo que quiero? Quisiera tener jefe y maestro y quisiera sólo obedecer las cosas lindas. Libertad, divino tesoro, no me sirves, no sé qué hacer contigo. Te adoro, te quiero pero no sé gozarte. Es difícil saber vivir. Libertad: yo creo que estoy encontrando en este momento tu secreto. Libertad divina, es necesario cortarte la cabeza.
Lo único que siento es el deseo inmenso de vivir. Esta gana, esta sed insaciable de todo. Que no se me llena. Deseo amar mucho, todo me gusta, tengo muchas ganas de cosas, de todo. […] Es malo ser mediocre en todo pero serlo en arte es insoportable. […] Siempre tan desordenada, sin estudio, sin nada, rodando de patrona en patrona, con desconfianza de todo el mundo […] bastante he conseguido, hay que ver lo que significa poder estar sola en el extranjero...

Palabras de Delhy Tejero.-





Delhy Tejero nace en el seno de una familia oriunda de Toro en la que abundaron las profesiones liberales. Segunda de tres hermanas, su infancia estuvo marcada por la muerte de su madre y por la dedicación del padre a sus hijas, que determinó su particular formación (largas temporadas de permanencia en el campo, en contacto integral con la naturaleza, durante las cuales se inicia de modo espontáneo en el modelado, dibujo, etc). A pesar de sus deseos de ir a Madrid para iniciar su formación artística, su situación familiar no se lo permite, aunque en su ciudad natal puede recibir clases de dibujo en la Fundación González Allende, modélica institución inspirada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza.
Publica su primera ilustración, firmada todavía con su verdadero nombre Adela Tejero, en el periódico toresano El Noticiero de Toro, así como su primer trabajo retribuido como ilustradora en el periódico madrileño El Liberal. 
Se traslada a Madrid para estudiar en la acreditada escuela de Artes y Oficios, de la calle de la Palma y preparar, de esta manera, su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Conseguido esto en 1926, realiza ambas carreras a la vez, teniendo como maestros a Julio Romero de Torres, Domenech y a Moreno Carbonero entre otros. En mayo de este año interviene por primera vez en una exposición colectiva en la Embajada de Cuba en Madrid, institución que compra su primer cuadro expuesto.
Inicia su colaboración habitual como ilustradora de las mejores revistas de la época (Blanco y Negro, Crónica, La Esfera...), gracias a lo cual puede trasladarse a vivir a la residencia de señoritas regentada por María de Maeztu, donde permanecerá por espacio de cuatro años. Su estancia allí le permite relacionarse con intelectuales y escritores, así como adentrarse en las nuevas orientaciones artísticas. Lorca, Alberti, Clara Campoamor... pasan por la Residencia en esos años. Se relaciona muy frecuentemente con los Valle-Inclán y Josefina Carabias y Marina Romero que serán algunas de sus mejores amigas y compañeras de habitación.
Comienza a firmar como “Delhy”, sustituyendo su nombre -Adela- por este otro inspirado, al parecer, en el de la capital de la India, y obtiene el título de Profesor de Dibujo y Bellas Artes de la Escuela de San Fernando, expedido el día 6-10-1929. En febrero de ese mismo año había conseguido una beca del Ministerio de Instrucción Pública. 
Se intensifican sus colaboraciones como ilustradora gráfica y adquiere una gran reputación junto a Ribas, Penagos o Bartolozzi. También en 1930 asiste por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes, recibiendo un premio de Aprecio.
Viaja por primera vez al extranjero, y tras una breve estancia en París sigue hasta Bruselas para estudiar procedimientos industriales de pintura mural y expone en L’École Supérieur Logelain. A su regreso en el mes de julio, es nombrada profesora interina de pintura mural en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, donde ella había iniciado sus estudios.
Monta su primer estudio en la calle de Miguel Moya de Madrid. Vuelve a presentarse a la Exposición Nacional y en esta ocasión se le concede la tercera medalla en Artes Decorativas por su obra "Castilla". Además, en diciembre de ese mismo año ofrece, en el Círculo de Bellas Artes, su primera exposición individual con proyectos de murales, pintura al óleo de gran formato y una colección de dibujos en donde muestra, por primera vez, numerosas técnicas experimentales, entre ellas la delcomanía (que más tarde, en 1939, se atribuiría su creación a Oscar Domínguez) para su serie de “Brujas o Duendinas”, que constituyen una gran novedad y que son muy destacadas y alabadas por críticos como Manuel Abril.
Finaliza la exposición del Círculo de Bellas Artes después de haber sido prolongada y participa en el Salón permanente de la Unión de Dibujantes Españoles.
Su cuadro "Mercado Zamorano" presentado en la Exposición Nacional dedicada al traje regional, recibe críticas excelentes. En Toro, la revista Babú, edita un número monográfico dedicado a ella como reconocimiento a su prestigio, y el Ayuntamiento da su nombre a la plaza donde nació. Ese mismo año redacta una memoria, que pueda servir de orientación, aplicada a la enseñanza de la pintura mural decorativa, y que hoy todavía podríamos considerar valida y acertada: “De qué modo concibo yo la orientación del arte decorativo y por qué desearía completar mis estudios con arreglo a esa orientación”. Con este trabajo consigue una beca del Estado con la viaja de nuevo a París. 
lustra por primera un libro, "Poemas A" de su amiga Marina Romero, sufragado por la Asociación de Alumnas de la Residencia.
Al terminar el curso académico se va de vacaciones a África, donde le impresionan profundamente Tánger y Fez, y allí le sorprende la Guerra Civil, por lo que se vio obligada a prolongar su estancia en África hasta septiembre. Cuando consigue volver, lo hace siguiendo el itinerario Casablanca, Lisboa, Salamanca y Toro, donde permanecerá unos meses, ante la imposibilidad de llegar a Madrid para seguir impartiendo sus clases. Desde su regreso hasta el verano de 1937, fue profesora de dibujo en el Instituto de Toro y realizó murales en Salamanca para comedores infantiles y los del hotel Condestable de Burgos. Al terminar esta obra, con un salvoconducto especial abandonó el país para ampliar estudios de pintura mural en Florencia, y emprender así, un exilio moral que ella consideró imprescindible y que duraría dos años.

Sale por Irún hacia París, y allí visitó la Exposición Internacional, deteniéndose sobre todo en el Pabellón Español, donde se reencuentra con antiguos compañeros. Después de visitar algunas ciudades italianas llega a Florencia, donde estudia en la Escuela de Pintura Mural de San Marcos, y después pasará una breve estancia en Nápoles y Pompeya para iniciarse en la técnica de la encáustica.
Se instala en Capri. Allí permaneció durante cinco meses con gran actividad pictórica y trabó amistad con Axel Munthe, el enigmático autor de la "Historia de Saint Michel",una gran novela.
Se traslada a París, donde permanecerá hasta septiembre de 1939. Allí entra en contacto con la Escuela Surrealista, en especial con Óscar Domínguez, quien la introduce en el círculo de André Bretón. Conoce a Picasso y se relaciona con los algunos exiliados españoles. Sigue un curso de pintura en la Universidad de la Sorbona, y hasta junio de 1939 asiste a un curso de teosofismo. Para ella fue un descubrimiento el mundo de la cabalística, las nociones astrales que parecían complacerla, y en particular todo cuanto tendiera a realzar el espíritu sobre el mundo material. 
xpone con el grupo surrealista en la muestra "Le rêve dans l’art et la littérature" junto a Miró, Domínguez, Man Ray, Chagall, Klee, etc., pero las obras de esta etapa fueron posteriormente destruidas por ella misma a su regreso a España. Terminada la guerra española y ante la amenaza de la ocupación de París por los alemanes, vuelve a España. El 10 de agosto de 1939, vuelve a cruzar la frontera por Irún, y tras una etapa de necesario reencuentro familiar, en noviembre se instala en Madrid, en su nuevo estudio-vivienda del Palacio de la Prensa, que conservará hasta el final de su vida.
Retoma su actividad como muralista. Decora un comedor infantil en el Pardo, la iglesia del Plantío, un oratorio en Aranjuez, la capilla de la Delegación Nacional y el cine del Palacio de la Prensa. No puede reanudar sus clases en la Escuela de Artes y Oficios pues se le abre un expediente bajo pretexto de haber abandonado la cátedra durante los años de la Guerra, aunque consigue anular su depuración profesional demostrando la imposibilidad de hacerlo al estar ausente de España, y el Ministerio de Educación zanja la cuestión suprimiendo la cátedra de Pintura Mural.

Fue galardonada en la Exposición Nacional con la tercera medalla en la sección pintura. Este mismo año muere su padre, y comienza lo que ella llama “mi segunda conversión”, al relacionarse con el círculo intelectual-religioso “integrista” formado por Lili Álvarez, la duquesa de Maqueda, Isabel Flores de Lemos y el padre César Vaca, que la acercan a una fuerte tendencia espiritualista que influirá en su pintura, y que la lleva a destruir algunos de sus cuadros anteriores, en un afán por hacer desaparecer toda alusión a la corporalidad.

Vuelve a ser galardonada en la Exposición Nacional y expone en la Galería Estilo (Madrid); y es invitada a participar en la gran exposición colectiva de pintura que el Gobierno Español organizó en Buenos Aires.
Expone en el Museo de Arte Moderno y en la Exposición Nacional, obtiene la segunda medalla de ilustración de libros, tarea a la que también se había dedicado en estos años. Lentamente fue abandonando el grupo religioso al que era asidua, y esta decisión queda reflejada también en su pintura, con una nueva corporalidad figurativa y en el gusto por fusionar las figuras, que la crítica especializada calificó como “una huída sabia del realismo amorfo”
Gana una medalla en la Exposición Nacional, sección dibujo, con La Favorita, obra realizada a partir de apuntes tomados durante su estancia en Marruecos, y que ejecutó con una técnica muy novedosa. Este mismo año gana el concurso nacional para realizar el mural del Ayuntamiento de Zamora, que titula "Amanecer jurídico del municipio zamorano", inspirado en pasajes del Romancero, y que terminó dos años después.
Realiza otro mural para Banco Popular Español de Madrid.
Era la única mujer que participa en la primera exposición de arte abstracto, realizada en Santander junto a Saura, Miralles, etc. Desde entonces, su inmersión en el informalísmo será profunda y duradera, aunque esto no supuso nunca el abandono de otros estilos y el uso de las mas variadas técnicas. 
Es seleccionada para exponer en la Bienal de La Habana, junto a artistas de la talla de Vázquez Díaz, Benjamín Palencia o Pablo Gargallo y aunque no fue premiada, su participación fue muy destacada por la prensa y la critica.
Lleva a cabo su última exposición individual en Madrid en las salas de la Dirección General de Bellas Artes. Ésta fue la muestra más completa y significativa de su trayectoria artística, que obliga a la crítica a reparar en ella, una vez más. Camón Aznar habla de “nuevas técnicas”, Lafuente Ferrari resalta el “conseguido concepto actual de idealización irrealizable” en sus cuadros. En este mismo año obtiene el premio Uruguay en la III Bienal Hispano Americana de Barcelona. Y en cuanto a su recorrido artístico, ha incorporado definitivamente un nuevo “ismo”, que cultivara hasta el final de sus días: el constructivismo. 
Realiza sus últimas exposiciones individuales fuera de Madrid, en Salamanca y Valladolid, en las que Bartolomé Mostaza sitúa a Delhy a la vanguardia de las tendencias del arte moderno del panorama español. Durante el verano de este año su salud, ya delicada, sufre un grave revés, a causa de un infarto de miocardio. 
Efectúa varios encargos de retablos para iglesias de los pueblos nuevos del Instituto de Colonización en Almería, Huelva, Badajoz y Jaén, con procedimientos que van desde el uso de fondos de oro y pintura plana de inspiración bizantina, hasta otras imágenes religiosas narradas en planos constructivistas. 
Ya muy enferma, realiza los murales para la nueva Tabacalera de Sevilla, aunque utilizando el lienzo como soporte ante la imposibilidad de trasladarse hasta allí por su delicada salud. Aun así, en 1966 hace un último viaje a París para constatar si de verdad ha muerto o no el grupo Surrealista, al que ella había pertenecido, e intenta borrar o sustituir por otras pinturas los frescos con motivos pompeyanos y figuras desnudas que había realizado en esta ciudad a finales de los años 30. Sin conseguir este propósito ni reconocer el ambiente artístico que ella había dejado en París, regresa a España. Y a pesar de su delicado estado de salud, su actividad como pintora e ilustradora es incesante, aunque sus ilustraciones acompañan a sus propios cuentos, que aparecen publicados, en ABC y YA.
Sus ultimas obras de caballete son esquemáticos paisajes de su tierra, así como el gran mural del colegio de los mercedarios de Madrid, en el que ensaya sobre el muro nuevos procedimientos y materiales.



" Las Maletas no se enfrían nunca para mi.Parece que en mi destino tengo siempre el equipaje a punto para escapar..."  Delhy Tejero



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